Me encuentro tecnoemocionalmente deprimido. Mi consiguiere me ha dicho que la hostelería y, en concreto los restorantes –disculpen el palabro: él habla así- han entrado en crisis, y me advierte que nosotros los restauradores –otro palabro suyo- vamos a pasar más miedo que el urólogo de King Kong, por la magnitud y dureza del asunto.