Crónicas del día a día: EUROPA, INCREMENTA SUS NOVEDADES

Si bien esta casa, sita en Pamplona, en Espoz y Mina, 11, con el teléfono 948221801, tiene una retahíla de especialidades, unas fijas y otras que entran y salen de carta a tenor del mercado o de las ocurrencias de Pilar Idoate, conviene dejarse seducir por las flamantes incorporaciones a carta, que en los últimos tiempos han sido muchas más que lo que venía siendo costumbre. Esa combinación entre las propuestas tradicionales (pimientos a la plancha con panceta, cardo con jamón, callos con morros, etc.) y otras más novedosas es la más apropiada para configurar el menú ideal.



Crónicas del día a día: EUROPA, INCREMENTA SUS NOVEDADES

Si bien esta casa, sita en Pamplona, en Espoz y Mina, 11, con el teléfono 948221801, tiene una retahíla de especialidades, unas fijas y otras que entran y salen de carta a tenor del mercado o de las ocurrencias de Pilar Idoate, conviene dejarse seducir por las flamantes incorporaciones a carta, que en los últimos tiempos han sido muchas más que lo que venía siendo costumbre. Esa combinación entre las propuestas tradicionales (pimientos a la plancha con panceta, cardo con jamón, callos con morros, etc.) y otras más novedosas es la más apropiada para configurar el menú ideal.



Crónicas del día a día: EUROPA, INCREMENTA SUS NOVEDADES

Si bien esta casa, sita en Pamplona, en Espoz y Mina, 11, con el teléfono 948221801, tiene una retahíla de especialidades, unas fijas y otras que entran y salen de carta a tenor del mercado o de las ocurrencias de Pilar Idoate, conviene dejarse seducir por las flamantes incorporaciones a carta, que en los últimos tiempos han sido muchas más que lo que venía siendo costumbre. Esa combinación entre las propuestas tradicionales (pimientos a la plancha con panceta, cardo con jamón, callos con morros, etc.) y otras más novedosas es la más apropiada para configurar el menú ideal.



Lástima de burbujas perdidas

No cabe duda de que la noche de las burbujas por antonomasia es la última -o primera, según se mire, que es una noche muy larga- del año, en la que se bebe fundamentalmente cava, también champaña y, es de suponer que en muchísima menor cantidad, vinos espumosos de otras procedencias.



Lástima de burbujas perdidas

No cabe duda de que la noche de las burbujas por antonomasia es la última -o primera, según se mire, que es una noche muy larga- del año, en la que se bebe fundamentalmente cava, también champaña y, es de suponer que en muchísima menor cantidad, vinos espumosos de otras procedencias.
Ciertamente, no es a las burbujas bebidas, burbujas que, dicho sea de paso, son del tan denostado dióxido de carbono, que mucha gente parece haber olvidado que es imprescindible para la vida en el planeta, a las que llamamos burbujas perdidas: nada se pierde menos que lo que comemos y bebemos.
Tampoco nos referimos a las entrañables burbujas doradas del más popular de los anuncios navideños de cavas, unas burbujas creadas por Leopoldo Pomés, cuya esposa fue la primera de ellas, y que durante tantos años nos acompañaron en Navidad... hasta que este año, de la mano de Scorsese, se fueron a hacer compañía al limbo publicitario al calvo de la lotería.
No. Hablamos de las burbujas que se pierden directamente, porque se tiran. Todo el que haya estado alguna vez en la plaza del Ayuntamiento de Pamplona a mediodía del 6 de julio entenderá bien a qué nos referimos. Allí, el vino espumoso -no me atrevo a ponerle nombre, pese a haber visto en tiendas de la zona anuncios de 'champán para el cohete, 200 pesetas'- sirve para empapar al prójimo, más, muchísimo más, que para ser bebido; claro que ya digo que casi mejor, que hay que saber muy bien lo que se bebe.
Hablamos, también, del espectáculo de cada 22 de diciembre, cuando mucha gente a la que le han tocado cantidades discretas en la lotería de Navidad -los que se llevan premios de verdad 'gordos' no aparecen por allí- monta un verdadero ritual de riego alcohólico-carbónico a las puertas de la Administración de Loterías correspondiente, o en el bar donde compraron su participación. Beber ya beben algo, pero todos parecen preferir agitar violentamente la botella y poner perdido al personal circundante.
Burbujas tiradas, también, por quienes no entienden una fiesta sin bombas de palenque y cada vez que abren una botella de cava o de champaña se creen en la obligación de pegar el siempre peligroso taponazo... en el que, tras el corcho, abandona la botella una más que notable cantidad de espuma.
Pero hay otras burbujas tiradas que me duelen muchísimo más, porque no se trata de un 'champán para el cohete', no, sino de botellas magnum -litro y medio- o de más capacidad de reconocidas marcas de champaña. Son las botellas con las que hacen risas los ganadores de un rallye, los ocupantes del podio de una carrera de fórmula uno... Ver a Alonso, Hamilton y Raikkonen empapándose mutuamente, y a las azafatas de turno, y a los fotógrafos, con la espuma que surge de esas botellas es un espectáculo habitual.
Aunque... quién sabe. Estos pilotos profesionales ligan el alcohol al último acto de cada competición, cuando ya han dejado el volante; puede ser un mensaje subliminal a los demás conductores, un algo así como "no bebas hasta que hayas llegado", o una indicación de que, al volante, más vale hacer con el vino lo que hacen ellos en el podio -tirarlo- que bebérselo. No sé, pero no creo que los responsables de las campañas de seguridad vial hayan llegado a tanto, y si han llegado me preocupa el posible 'cachet' de figuras como Schumi y los demás del circo del motor.
Pero ni aun así puedo disfrutar de esa agitación de botellas de uno de los vinos más nobles del mundo, una obra de arte hecha para disfrutarla por dentro, no para ponerse pringoso por fuera. Tengo para mí que todo empezó cuando alguien tuvo la infeliz idea de bautizar los barcos rompiendo contra su casco, en el momento previo a la botadura, una botella de champaña; claro que los armadores, los navieros, se lo podían permitir; fíjense ustedes lo que les importaría a Onassis o a Niarchos estrellar contra el casco de sus petroleros botellas y botellas de, pongamos, Dom Perignon.
Y digo Dom Perignon porque me imagino lo que sentiría el cillerero de la abadía de Hautvilliers, que fue quien 'domesticó' la segunda fermentación, en botella, del 'vino del diablo', poniendo un poco de orden en el desorden de las burbujas carbónicas, si pudiera ver en qué acaba, tantas veces, el fruto de su trabajo, de su investigación.
En fin, ustedes no desperdicien ninguna burbuja: abran la botella con calma, teniendo el corcho bien sujeto para evitar que salte antes de tiempo y girando no el propio corcho sino, al revés de en el caso de cualquier otro vino, la botella, hasta lograr que el corcho salga sin esfuerzo, sin violencia, sin apenas ruido. Deje que las burbujas se expresen donde tienen que expresarse, que es en la copa; por cierto, no usen ni copa ancha de las de antes ni esas flautas en las que las burbujas se ven obligadas a ascender en fila india.
De esa forma saborearán ustedes la versión más satisfactoria y elegante del dióxido de carbono, que es justo para eso para lo que está en la botella. Y no lo hagan sólo en estas fiestas: repítanlo muchas veces a lo largo del año que acaba de comenzar, que yo les deseo lleno de felicidad a todos ustedes.-



Lástima de burbujas perdidas

No cabe duda de que la noche de las burbujas por antonomasia es la última -o primera, según se mire, que es una noche muy larga- del año, en la que se bebe fundamentalmente cava, también champaña y, es de suponer que en muchísima menor cantidad, vinos espumosos de otras procedencias.

Vainqueur du VI Tropée: Matteo Baronetto



De toutes les éditions organisées jusqu’à présent, celle de 2008, la sixième, aura sans aucun doute été celle dont les finalistes ont affiché le niveau de compétence le plus élevé. Le vainqueur, à l’unanimité du jury, est l’un des principaux artistes culinaires italiens de dernière génération : Matteo Baronetto, un jeune chef expérimenté qui dirige la cuisine du restaurant Cracco, à Milan, l’un des meilleurs établissements du pays transalpin. Sa recette, d’une créativité inédite, s’articule autour de l’huile d’olive, le protagoniste du plat, sous forme de crème brûlée. Génial.

Crème Brûlée á l´huile d´olive et murex

Receta

  • 1,3 kg de seiche
  • 450 g d’huile d’olive extra vierge (de Sicile – de Calabre, idéalement)
  • 18 g de sucre
  • 6 g de sel
  • 2 gousses de vanille de Madagascar
  • 50 germes de petits pois
  • 10 g de sel Maldon

Laver les seiches et les faire égoutter sur papier absorbant pendant environ 1 heure. Introduire les seiches dans une grande marmite, recouvrir avec l’huile, le sel, le sucre et la vanille, puis commencer à faire chauffer. Placer un poids sur les céphalopodes et cuire pendant 2 heures dans dépasser les 62º C. Filtrer, puis laisser refroidir jusqu’à 45°C. À cette température, mixer finement jusqu’à l’obtention d’une pommade d’huile. Réserver au réfrigérateur pendant environ 2 heures.

  • 200 g de murex
  • 1 carotte
  • 1 céleri
  • 1 échalote
  • 1 gousse d’ail
  • 5 grains de poivre blanc
  • 1 bouquet de persil
  • 4 l d’eau
  • 8 g de gros sel
  • 1/2 feuille de laurier
  • 50 g d’huile d’olive extra vierge

Faire bouillir de l’eau salée et y introduire les murex, la carotte, le céleri, le poivre blanc et l’échalote. Filtrer et ne conserver que l’intérieur des murex. Cuire au four à pression pendant environ 30 minutes à 120º C avec une gousse d’ail et 1/2 feuille de laurier. Cuire ensuite les murex à la plancha avec un peu d’huile. Disposer 45 g de pommade d’huile à la vanille dans une assiette creuse puis, dans une salamandre électrique (modèle GIORIK) à température modérée ou dans un four non ventilé à 240º C (5 minutes), gratiner jusqu’à ce que la surface soit bien dorée. La crème brûlée est prête ! Disposer les murex sur la crème, puis couronner avec les germes de pois et un peu de sel Maldon.

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Vincitore del VI Trofeo: Matteo Baronetto



De todos los Campeonatos celebrados hasta esta edición, sin lugar a dudas ha sido la sexta en la que se ha dado un nivel superior entre los finalistas. El vencedor, por unanimidad del jurado, es uno de los máximos artistas culinarios de la última generación italiana, Matteo Baronetto, joven y experimentado jefe de cocina del restaurante “Cracco”, de Milán, uno de los primerísimos del país. Presentó una formula de una creatividad inaudita que convierte al aceite de oliva en el protagonista que sustenta una “crème brûlée”. Genial.

Plato: Crema Quemada al Aceite con Cañaillas

Receta

  • 1,3 kg de sepia
  • 450 g de aceite de oliva extra virgen (de Sicilia – Calabria, idealmente)
  • 18 g de azúcar
  • 6 g de sal
  • 2 vainas de vainilla de Madagascar
  • 50 brotes de guisantes
  • 10 g de sal Maldon

Pulir las sepias y escurrirlas en papel absorbente durante más o menos 1 hora. Introducir las sepias en una olla grande, cubrir con el aceite, la sal, el azúcar y la vainilla y empezar a calentar. Colocar un peso encima de las sepias y cocer durante 2 horas sin superar 62º C. A continuación, colar y enfriar hasta 45°C. A esta temperatura, triturar fino hasta obtener una pomada de aceite. Reservar en la nevera durante unas 2 horas.

  • 200 g de cañaíllas
  • 1 zanahoria
  • 1 apio
  • 1 echalote
  • 1 diente de ajo
  • 5 granos de pimienta blanca
  • 1 ramillete de perejil
  • 4 l de agua
  • 8 g sal gorda
  • 1/2 hoja de laurel
  • 50 g de aceite extra virgen

Hervir agua con sal e introducir las cañaíllas con la zanahoria, el apio, la pimienta blanca y la echalote. Colar y sólo conservar el interior de las cañaíllas. Cocer las cañaíllas en un horno a presión durante unos 30 minutos a 120º C con un diente de ajo y 1/2 hoja de laurel. Después de la cocción, hacer las cañaíllas a la plancha con un poco de aceite. Disponer unos 45 g de pomada de aceite de vainilla en un plato hondo y, en una salamandra eléctrica (modelo GIORIK) a temperatura moderada o en un horno estático no ventilado a 240º C (5 minutos), gratinar hasta que la superficie esté dorada. ¡Ya tenemos la crema quemada salada! Disponer las cañaíllas encima de la crema y coronar con los brotes de guisantes y un poco de sal Maldon.

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Winner of the VI Championship: Matteo Baronetto



Of all the Championships celebrated up until now, without a doubt it was the sixth that demonstrated the highest level among the finalists. The winner, by a unanimous jury, is one of the maximum culinary artists of the last Italian generation, Matteo Baronetto, the young yet experienced chef de cuisine at “Cracco”, in Milan, one of the finest in the Italy. He presented a formula of unprecedented creativity, making olive oil the protagonist that supported this “crème brulée”. Brilliant.

Dish: Olive oil Crème Brûlèe with Sea Snails

Receipt

  • 1.3 kg squid
  • 450 g Sicilian extra virgin olive oil (ideally from Calabria)
  • 18 g sugar
  • 6 g salt
  • 2 Madagascar vanilla beans
  • 50 pea sprouts
  • 10 g Maldon salt

Rinse the squid and dry with absorbent paper for more or less 1 hour.
Place the squids in a large pot, cover with the oil, salt, sugar and vanilla and heat.
Place a weight over the squids and cook for 2 hours without exceeding 62ºC/144ºF.
Follow by draining and cooling to 45ºC/113ºF. When it reaches this temperature, blend finely to obtain an oily cream. Refrigerate for 2 hours.

  • 200 g sea snails
  • 1 carrot
  • 1 celery
  • 1 shallot
  • 1 clove garlic
  • 5 grains of white pepper
  • 1 sprig parsley
  • 4 l water
  • 8 g rock salt
  • 1/2 bay leaf
  • 50 g extra virgin olive oil.

Boil water with the salt and add the sea snails along with the carrot, celery, white pepper and shallot. Drain and reserve only the inside of the snails.
Cook the sea snails in a pressure oven for 30 minutes at 120ºC/248ºF with the garlic clove and 1/2 bay leaf.
When finished, grill the snails with a little oil.
Place 45 g of the olive oil cream with vanilla on a deep plate and, with an electric salamander oven (GIORIK brand) at a moderate temperature, or in a non-ventilated oven at 240ºC/464ºF (5 minutes), cook until golden. And there you have it! A savory crème brulée! Arrange the sea snails over the cream and top with the pea sprouts and a dash of Maldon salt.

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Lástima de burbujas perdidas

No cabe duda de que la noche de las burbujas por antonomasia es la última -o primera, según se mire, que es una noche muy larga- del año, en la que se bebe fundamentalmente cava, también champaña y, es de suponer que en muchísima menor cantidad, vinos espumosos de otras procedencias.