Un pan de pueblo, encantadoramente rústico, que se distingue por una suave y agradable impregnación de aceite de oliva y por estar ilustrado copiosamente con elementos reconocidos de la chacinería local, en concreto dos longanizas o salchichas y gruesas lascas de jamón. En definitiva, pantagruélico y gulesco, por cantidad y suculencia. Antes de comer conviene, gana una barbaridad, calentar en el horno, a 180 grados, unos minutos, no más de cuatro o cinco, hasta que gane en esponjosidad la miga y la corteza cruja.